martes, 25 de abril de 2017

Palominos.

En esta casa se está viviendo una fase escatológica de mucho cuidado. Estáis pasando una fase escatológico-bipolar de cojones y tú ya no sabes qué hacer para gestionarla debidamente.

La fase caca-culo-pedo-pis de Jomío se está haciendo eterna, parece que le ha cogido el gusto a eso de ir provocando la arcada ajena y no hay manera de que la suelte. Además ha empalmado con la fase graciosilla de sus hermanos gemelos que ahora le ríen cualquier gracia y claro, si ya necesitaba poco para venirse arriba lo de ahora es de traca.

No es que esté todo el día diciendo “caca” aunque a veces se recree en esas dos sílabas, sobre todo cuando la repiten sus hermanos y te montan un concierto de caca a tres voces, es que no para de tirarse pedos. Pero no pedos de “uy, se me ha escapado un pedete” no (pedete sería un eufemismo). Pedos de “huye cagando ostias sin mirar atrás y no pares hasta oír hablar en portugués”.

Anoche por ejemplo. Viendo la televisión juntos soltó un par de bombas mortíferas de gas mostaza y el tío siguió como si nada, aún y habiendo levantado previamente el anca para facilitar su expulsión, lo que le convertía automáticamente en culpable: era consciente y había contribuido al ataque químico.

Estupefacta ante tamaño desatino y con ánimo de dar ejemplo a sus repetidos hermanos le soltaste una regañina, a la que te respondió:

Es que me gusta oler mis pedos”.

Pues tíratelos cuando estés solo y en el baño.”.

Pero es más divertido si hay alguien”.

Ahí el muchacho tiene razón. Este niño le ha pillado el truco a la vida demasiado rápido. 

Para los curiosos, durante el transcurso de la escena el padre estaba de color rojo picota intenso aguantándose el descojone y algún pedo, fijo.

Eso sí, para tu hijo los pedos de gas mostaza pero las cacas de caramelo, por favor.

¿Cómo puede un niño tan sumamente letal con sus pedos ser tan sumamente flor de loto a la hora de cagar??

Tu hijo se pone a “hacer popo” y caga auténtica maldad concentrada en palominos de mantequilla marrón. Sin embargo, tal y como va exorcizándolos se  va asombrando, a la vez que se va muriendo de asco, de su propia obra.

Y la sesión cagalística transcurre del siguiente modo cada vez que un palomino toca fondo en el retrete.

Pino plantado, grito de Jomío: “¡¡Que asco mamááááá!!
Siguiente pino plantado, siguiente grito de Jomío “¡Mamááá que me muero del ascooooo!, ¿me limpiarás túúúú?!
“¡Ah mamáááá me han salpicado unas gotitas de algo en el culo, que ascooooooooo!
...

No entiendes esta aversión a su propia obra, que no dices que los adopte pero coño, que lo supere que parece que cada vez que caga se traumatiza. Que no los mire, no los huela, no los nada. Vista al frente y  a lo suyo. Pues nada. Cada palomino, un análisis forense exhaustivo a grito pelado de la composición, pestilencia e intensidad de la arcada que le provoca.

La siguiente escena es Jomío limpiándose el culo. Que se conoce que dos o tres toallitas no son suficientes para el culo de un niño de 7 años, que la criatura necesita utilizar 17 toallitas para limpiarse el ojito de Sauron. No quieres imaginar cuántas necesitará el día que tenga el culo del tamaño del de su padre y peludo. Una carpa de circo húmeda como poco.

Así es tu hijo, un completo oxímoron andante. Igual te gasea con gas mostaza y se enorgullece de la letalidad de su obra como se aterroriza por su propia capacidad de exorcizar el mal en formato palomino.


Con los brazos “abiertos” que estás esperando a su adolescencia, y la nariz bien cerrada…