viernes, 13 de mayo de 2016

Nórdico rico rico...

Hay hombres, pibones y dioses. 

Después está ÉL. 


Semejante desfile de músculos y pelo rubio bien merecían una entrada propia en el blog. PARFAVAR

Es verle y enamorársete los ovarios con furor. Hace ya unos días que recibes mensajes de conocidos y desconocidos informándote de la existencia de este Dios vikingo altamente empotrable. Lo que te ha hecho llegar a dos importantes conclusiones: 
  • Que hacer pública tu parafilia por lo nórdico tiene sus ventajas (tienes ahí afuera a un montón de oteadores que velan por tus intereses y los de tus ovarios)
  • Que lo tuyo con lo nórdico roza lo patológico.

Te has repasado el Instagram de este monumento andante una media de 7 veces diarias. Te sabes las fotos de memoria, las revisas una y otra vez en busca de algún defecto que confirme que es mortal y humano y que al igual que tu marido, se tira pedos y se rasca los huevos. 
Pero no lo encuentras, lo mires por donde lo mires, y cómo lo mires, es jodida e insultantemente perfecto, está para darle un bragazo en la cara y huir haciendo la croqueta.

Llevas varios días con este rubio metido entre ceja y ceja (que es el único sitio donde puedes metértelo sin que te suponga un follón) y tu nórdicobsesión se ha visto culminada esta noche pasada con el sueño erótico-festivo que has tenido con Thor que te has despertado agarrada a la pierna de tu marido como una garrapata en celo.


Con vikingos así no, por Odin, que me pongo cachonda y la opción de un cuarto vástago se me antoja contemplable...