Sí, papillas de cereales existen muchas y en todas las casas. En Barcelona, y te consta que en todo el territorio nacional, las más extendidas tienen por nombre científico “Papilla de 8 cereales con miel” o en su defecto, “plasta” (o caja amarilla para los despistados).
En cualquier caso, todas las papillas de cereales son iguales en los siguientes aspectos.
Es un plato de sencillez teórica pero que requiere precisión de neurocirujano y paciencia de sexador de pollos si no quieres tener que tirarla antes siquiera de ofrecérsela al comensal.
Se necesita un microondas (o cazo para los románticos), un plato, tenedor, leche y cereales. Fácil, ¿no? Los cojones.
Fría no hay bebé que se la coma. Si se la das recién hecha, has muerto. Por lo tanto hay que ser una habilidosa chef para que la experiencia sea lo suficientemente gratificante para el comensal. Algunas madres han desarrollado un paladar antipirético que les permite comprobar la temperatura mientras se calienta la leche y poder retirarla justo en el grado Celsius exacto.
El ritual de la preparación se inicia empuñando el tenedor en una mano y los cereales en la otra. Y a falta de una tercera mano, con la mente tratas de que el plato no se mueva al remover su contenido con ímpetu y frenesí. Hay que ir añadiendo una cantidad uniforme y constante de material mientras remueves en el sentido de las agujas el reloj. No se puede parar. Nunca. Aunque te pique la nariz por culpa de un mechón rebelde o un huevo (ellos). No pares. No hay dolor. Sigue. Parar provocaría la súbita aparición de los tan antiestéticos e indeseables grumos. Motivo inequívoco de rechazo por parte del comensal y consiguiente fracaso de la operación.
Una vez preparada, la no inmediata introducción de la plasta en la boca del receptor es motivo de grititos castrati, dudas sobre las capacidades culinarias de la ejecutora y hasta agresión física en forma de manotazos sobre la mesa.
Todo esto hace que el rito de la ingesta consista en el esparcimiento aleatorio y uniformemente rectilíneo de la plasta por cualquier superficie lisa, rugosa, vertical, horizontal o inclinada que se halle a menos de 10 metros a la redonda del comensal.
El rito finaliza cuando el comensal, hastío de plasta y a riesgo de cagar hormigón armado al día siguiente se queda literalmente dormido encima del plato.
El no cumplimiento escrupuloso de todas y cada una de estas normas
son motivo de enfado a tiempo indefinido por parte del comensal, desde malestar general hasta el retiro indefinido del gritito de bienvenida al llegar a casa.
Que aproveche :-)